Handia
Im Jahr 1843 kehrt Martin geschunden aus dem Krieg zurück und stellt in seiner baskischen Heimat fest, dass sein Bruder inzwischen zu einem Riesen herangewachsen ist.
Mit: Joseba Usabiaga, Eneko Sagardoy, Iñigo Aranburu
Handia (reseña)
Aitor Arregi y Jon Garaño (2017). Una película vasca.
Quiero empezar esta reseña contando el contenido, recalcando muchas escenas, explicando lo que veo en ese pequeño mundo familiar. Querría contar detalles que no son propios de una reseña. Todos los detalles.
Intentaré mostrar grandes rasgos de Handia para no delatarla en estas líneas. Una pena no poder hacerlo.
En un mundo vasco que no es otro que un mundo de montes verdes, sanos, con el viento que silba siempre de fondo, transcurre la película que nos cuenta Aitor Arregi y Jon Garaño. La historia de un gigante que existió en el siglo XIX en el País Vasco en un caserío. Es la historia de Joaquín, de su hermano Martín, de su padre, es la historia del medio rural. La película transcurre en un marco histórico que no embiste el argumento, mostrando desde las guerras carlistas hasta la libertad de poder viajar en la Europa de la época.
Está rodada en vasco condición indispensable para que la historia concuerde y tenga vida, un riesgo notable que han asumido, diría los productores, en realidad todas las partes del largometraje y que solo engrandece la película.
Aitor Arregi y Jon Garaño nos muestran mucho más que la historia de un gigante, nos dejan ver las inquietudes de Martín, la adaptación y supeditación al medio, la sensibilidad de Joaquín ante la certeza de ser diferente , el estar al borde del abismo donde la dignidad desaparece, una maravilloso gesto puntual de Martín que no sacará el máximo provecho de un hermano ya en vías de su extinción. Los hermanos compartiendo toda una vida juntos.
Es un película contada con sencillez que da valor a las raíces, que da valor a las inquietudes personales, que muestra miedos, angustia, infidelidad y fidelidad, y el transcurso de toda una vida con los momentos que nos marcan y definen.
La realidad de la película no nos supera y a pesar de eso no hay cabida para el sentimentalismo. Un equilibrio entre la fidelidad a la realidad y tratar bien al espectador. El buen gusto en los paisajes, en el vestuario nos ayuda a adentrarnos en la película; a estar atentos y receptivos.
Ya al final de la película me conmueven los gritos de ambos en la nieve, buscándose, aliviando sus miedos, unidos en un frío amenazador y ese abrazo que funde a los dos hermanos, con la generosidad del que se da, olvidando todo el pasado, uniéndose en la misma esencia y enterrando las diferencias de cuerpo y de alma.
Pensamientos profundos y humanos que nos ayudan a entendernos. Creo que un director no puede aspirar a más.
El autor (reseña)
Suena una música de cantautor ochentera, que hace que uno se pregunté si de verdad puede ser, aguzo el oído, ¡sin duda!, José Luís Perales recién resucitado; yo, es que siempre he sido más de Joaquín Sabina. A este choque emocional le siguen unos minutos anglosajones y el discurso de una mujer sensiblera, suspiro y me acomodo en mi silla, le doy a la pantalla con el pulgar para ver cuanto durará la película. 1 hora y casi 40 minutos.
¡Espero sobrevivirla!
La película, sin embargo, tiene 2 buenos avales. El guión se basa en el primer libro de Javier Cercas, ese escritor de escritura lenta, profunda, humana y realista y en segundo lugar el director Manuel Martín Cuenca rodó „La flaqueza del bolchevique“ de Lorenzo da Silva una novela corta, contra la que lance todo tipo de improperios al empezar a leerla por su bajo registro en el lenguaje hasta terminar el relato a las tantas de la noche, totalmente enganchada a su historia, llorando a mares y para siempre grabada en mi.
La historia del protagonista Alvaro envuelve a unos personajes curiosos y bien interpretados en un edificio que podría estar en cualquier ciudad española. Cierta soledad acapara la película. Soledad leve y volátil. Sin ningún peso. La manipulación del protagonista le lleva ser algo así como un Dios menor, los Dioses menores reinan en mundos menores e imperfectos y no siempre son omnipotentes.
El actor principal Javier Gutiérrez se muestra anodino, enjuto, pausado, transparente. Su falta de emoción contrarresta con su objetivo. Escribir un libro. ¡Escribir un libro, encontrar su propia voz!
Las historias del edificio se enlazan en una actualidad distinta a la Buero Vallejiana „Historia de una escalera“, las necesidades han cambiado, las mujeres han cambiado, incluso las nacionalidades han cambiado. Queda, sin embargo, el edificio, la escalera que une y las vidas que se entrelazan.
Hay que resaltar las escenas de sombras en la pared de un gusto exquisito; propias quizás de una película más noble pero que en cualquier caso el espectador agradece.
Historia ágil con un desenlace fresco.
Se puede recomendar. No dejará poso, pero si un buen sabor.
Mujeres al borde de un ataque de nervios (reseña)
Almodovar, en su día, rodó una película con una historia minúscula sobre el universo femenino titulada „Mujeres al borde de un ataque de nervios“. La película la rueda en 1988 en una España en fiesta que avanza a pasos agigantados hacia la modernidad.
Ya en los créditos, los nombres aparecen con una estética totalmente fundida con la voz de Lola Beltrán y su „Soy infeliz“, una estética clara, colorida, sobre todo si pensamos en el cine de los años 80, individual y atrevida, será una estética sin encasillar. Pura.
Iván rompe la relación que tiene con Pepa. Almodovar nos muestra sin drama alguno un momento de desesperación, tristeza y absoluta zozobra, todo ello sin ningún sentimiento oscuro ni negativo, sino todo lo contrario, lleno de color, estética y vida. Las mujeres de la película en situaciones emocionales al límite son caracteres fuertes y decididos, contraponiéndose a los hombres diluidos, algo falsos, e imperfectos; entre ellos un jovencísimo Antonio Banderas en el mejor papel masculino del largometraje.
La interpretación de Carmen Maura es emotiva, expresiva y humana. El espectador contempla a una Carmen Maura transparente, que nos transmite a la perfección todas las órdenes de su director.
Estallidos emocionales, risas y llanto se acumulan en la pantalla. Una amiga desesperada, una exmujer llegada del pasado, una cama ardiendo a ritmo de Ravel.
¡Arde Ravel! ¡Arde Pepa y el mundo femenino de su alrededor!
La cámara juega con imágenes en diferentes dimensiones que nos evocan a Picasso, una gafas en el suelo y a través de los cristales una imagen borrosa, una mirilla que nos repite la misma cara… una estética picassiana llevada a su culmen con la belleza de Rossy de Palma.
Es como si Almodovar hubiera estado jugando a los recortables y hubiera cortado, puesto y quitado bolsos, zapatos, sombreros, faldas y vestidos. Y hubiera hecho una historia con esos recortables, esos recortables de colores y accesorios perfectos, con el pelo perfecto, y con posturas femeninas perfectas…. Una historia con los recortables de los años 70 que todas las niñas, y solo las niñas, tenían y guardaban en libros para que no se arrugaran.
La estética me cautiva en la película; sostiene las emociones y le da un caracter de ser algo llamado a denominarse „Arte“.
El registro del lenguaje es de nivel bajo, al cual accede una gran mayoría de los españoles al explicar sus emociones.
El mundo femenino está bien reflejado en esa historia hecha con recortables, corta, perfecta, expositiva y explosiva.
Muy recomendable para ver, disfrutar y olvidar.
El día de la bestia (reseña)
El día de la bestia es una de las primeras películas del director bilbaíno Alex de la Iglesia.
La rodó en 1995.
Con muchos toques de humor nos relata la búsqueda del anticristo por parte de un cura de provincias.
Alex de la Iglesia nos muestra la naividad del cura en un Madrid bullicioso, iluminado, donde conviven todo tipo de personas, un Madrid precario y próspero a la vez aunque siempre, a su manera, acogedor. Los personajes son algo grotescos, reales, ligeros, sin gran profundidad, con una mezcla de humor y de absurdo, algo propio de la cultura española. Cada personaje es perfectamente factible.
Una película fácil de ver, que mantiene, sin embargo, una altura cinematográfica unida al nombre de su director, una historia que nos cuenta rápido y de manera amena una trama ya repetida en el cine. Una cierta superficialidad domina el ambiente, una estética que se acerca a lo irreal en algunos planos.
Una película fácil de ver y fácil de disfrutar.
La familia (reseña)
„La familia“ película dirigida por el venezolano Gustavo Rondón Córdova, es la película elegida por el Festival de Cine Latino de Stuttgart para celebrar su 25 aniversario.
Con un limitado conocimiento de Venezuela y en particular de Caracas, sus barrios, sus zonas ricas, pobres y sus conflictos sociales me siento en las cómodas butacas de un cine alemán para ver pasar imágenes que cuentan una historia en una barriada de la ciudad de Caracas.
Sin ser un documental y sin saber si se ha basado en hechos reales, la certeza de la veracidad de los hechos es palpable. Rondón Córdova consigue que esa realidad salga de la pantalla y nos golpee como un relato real.
Me reconfortan los subtítulos en inglés de un español que pasa los límites del coloquial en los primeros diálogos de los jóvenes adolescentes caraqueños.
Las imágenes de los bloques donde viven y conviven muchas familias no me asusta. Reconozco cierta forma de vida donde también se puede subsistir. Pero no todos subsisten. La violencia está al acecho esperando su suerte. Esa violencia brutal, aceptada como una opción; algo que nos es desconocido a la mayoría de los europeos. „La familia“ es el ejemplo de esa violencia, de esa espiral imparable, de ese dominó que cuando empieza no puede evitar que las siguientes piezas caigan. Una tras otra.
Rondón muestra la violencia sin escenas hirientes ni sobrecogedoras para el espectador, el espectador percibe esa delicadeza y fineza en la dirección.
Un padre viviendo al borde de la supervivencia y de la ilegalidad, asustado por la dimensión que tiene el conflicto que su hijo ha provocado.
Un hijo adolescente, valiente, fuerte, encarado con la vida, todavía sin saber que la vida tiene vida propia y que las reglas no son iguales para todos en una sociedad que está basada en la desigualdad.
Los dos formando una familia. Una unión que les da la opción de huir para no acatar los mandatos de la violencia y no encharcar un futuro incierto pero posible.
Un primer plano en la escena final, atrevido y cercano, que deja al espectador inmóvil rendido ante los rasgos de la juventud, fuerza y belleza.
Aconsejable.
Biutiful (reseña)
Biutiful de Alejandro González Iñárritu.
Una película mexicana rodada en Barcelona que nos muestra una vida marginal en una Barcelona desconocida. Se destaca que la ciudad carece del protagonismo que siempre lleva todo lo que se asocia con su nombre. En ese marco Alejandro González Iñárritu nos muestra una película con una esencia existencial fuerte, constante, humana y real mezclando culturas con una facilidad innata.
Si la vida fuera una persona podría ser una mujer, una mujer fuerte, poderosa, con curvas; no excesivas pero con curvas que la hagan claramente mujer. Y esa mujer corre poderosa sin ninguna atadura y sin ningún destino.
En Biutiful la vida se ha quedado sin curvas, corre ya sin carne, sin ya estandarte, corre un esqueleto, un esqueleto alto, huesudo, un esqueleto ruidoso y esperpéntico. Así es Biutiful. Una vida que zozobra con muchos finales.
La ausencia de derrota en el papel de Uxbal (Javier Bardem) evita la caída en espiral de la película. Todo sigue una línea recta, al final de esa recta está la anunciada muerte.
Un padre y un hijo al principio y al final de la película en un escenario que Iñárritu visitará de nuevo en „El Renacido“ dándole a la película la forma de círculo, círculo cerrado en el tiempo.
Las piezas de Biutiful; una esperanza en forma de otra mujer, una madre atrapada en su mente, un hermano ausente de emociones, un sentimiento paternal que domina las dos horas y veintiocho minutos, un presente real y un „más alla“; maravilloso dominio latinoamericano con su magia soñadora y salvadora que mezcla el mundo de los vivos y de los muertos como si fuera un Dios más.
Un sentimiento clave que me producen algunas escenas… Misericordia. Esa característica otorgada a los Dioses y de la cual nosotros de vez en cuando nos apropiamos para empujar el curso imparable de la vida.
Biutiful es un espacio en el que cabe todo. También el espectador.
Una de mis favoritas.
La isla mínima (reseña)
Nos situa en un pueblo en las marismas del Guadalquivir en la España de finales de los setenta. Una España recién liberada de la dictadura
Con una dirección bastante exquisita, y con dos protagonistas contundentes de perfil real y claro Alberto Rodríguez nos muestra la investigación de dos policías madrileños en la desaparición de dos hermanas.
Rodada en un marco nítido con unos paisajes intactos y con una cámara puesta en lo alto que nos muestra a vista de pájaro, „a vista de Dios“ los escenarios del crimen. Una cámara verdaderamente abierta, que nos cambia la perspectiva y nos aleja del escenario cercano e invasivo para que apreciemos la totalidad.
Y no es sólo el morbo de la desaparición de las dos hermanas lo que nos mantiene frente a la pantalla, la película va creciendo y va mostrando su valía.
La desazón de un pueblo enterrado y vigilado por el Guadalquivir, por las marismas del Guadalquivir. El espectador tiene la sensación de tener ante sí un agua estancada, un agua peligrosa en calma como los personajes de la película. Las mujeres del pueblo; esas madres, tías, abuelas, la arrendadora; todas desgastadas. En una edad a la que no llegan los hombres. El pelo desgastado, la piel seca, mate. Las guardianas de la sequedad y el olvido abocadas a la nada. Parece que soportaran un gran peso, un peso inamovible.
El mal se refleja en diferentes personajes y dentro de la realidad de buscar a un culpable se crea un mosaico del mal que engrandece la película.
Una fotografía delicada, nítida, espacios naturales intactos hasta deslumbrantes, la naturaleza mostrándose sin rubor con una belleza incontenible. Personajes claros y oscuros. Una sombra del pasado. Una trama que se resuelve. Un final que nunca pudo ser feliz.
Aconsejable.
El laberinto del fauno (reseña)
Seré breve. Guillermo del Toro. Cineasta mexicano.
Creo leer entre lineas que Guillermo del Toro quiere hacer algo nuevo, algo muy nuevo. Su cine no es solo cine fantástico, no es un cine de terror como he leído en algún artículo, creo entrever la intención de llevarnos a un lugar imaginario donde estaremos a salvo de todo mal. No es únicamente una solución a una realidad insoportable, sino un mundo verdadero paralelo donde los valores están intactos. Donde el bien y el mal no se mezclan.
Guillermo del Toro nos quiere mostrar un nuevo orden paralelo a una realidad en este caso de bandos enfrentados tras el final de una guerra. Una realidad de miras cortas, una realidad peligrosa que tiene constantemente la muerte muy cerca, donde la deslealtad, la falta de humanidad y el odio están a la orden del día.
El intento de España de volverse a organizar. Un intento que tiene la lastra de todo lo vivido contrarrestando con el mundo imaginario de Guillermo del Toro; un mundo desconocido, cruel y precioso que alberga unos valores nítidos y absolutos.
Una película que es el eslabón de una cadena en una carrera cinematográfica con una misma constante.
¡Qué esta película no caiga en el olvido!
Relatos salvajes (reseña)
Me pongo a mí misma en un aprieto al escribir la crítica de esta película. En principio me cuesta apostar por ella.
Son 6 historias, independientes, sin conexión alguna. El único nexo es la violencia desmesurada a la que llegan sus protagonistas. Las historias; sencillas, sin gran profundidad, incluso se las podría tildar de simplonas. La violencia como punto de inflexión al que recurren sus protagonistas para resolver su historia y cambiar el rumbo que les ha tocado vivir.
Cuando veo a R. Darín con su tarta camino a su casa no puedo evitar pensar en otra tarta, una tarta que se quedó sin recoger en una película con el mismo patrón; diferentes historias que desembocan en una cruda violencia. Short Cuts (cine independiente americano 1993, Robert Altman) e intuitívamente las comparo dándome cuenta además del abismo sustancial entre ellas, de la violencia inmediata a la que el director Damián Szifron nos expone en Relatos Salvajes, violencia inmediata y a la vez esperada. En Short Cuts los protagonistas pasan por una tensión palpable donde la violencia es la única solución a esa frustración ya más que saturada. El espectador admite la violencia. En Relatos Salvajes todas las reacciones están a flor de piel, transcurren en el momento, la pantalla se convierte en un estallido, en un huracán. Algo salvaje se apodera de las reacciones de los protagonistas. La violencia estalla por los aires. La violencia como solución de vida en historias algo banales.
Cierto momento con música que nos recuerda a Kusturica en la boda en una escena de alegría de carnaval, la buenísima interpretación de Erica Rivas como novia encolerizada, la escena de reconciliación de los novios en la que el director nos enseña que el mundo de los sentimientos se rige por leyes ajenas a nosotros, un R. Darín cotidiano, cercano y poco más es lo que yo destacaría de esta película vitoreada por la crítica.